La Virgen de Guadalupe –
No pintada por mano del hombre – una comparación
Basílica de Santa María de Guadalupe
La Sábana Santa de Turín y el Sudario de Manoppello, con su perspectiva frontal, parecen fotografías, imágenes biométricas. Por el contrario, la efigie de Nuestra Señora de Guadalupe en México recuerda a un cuadro, una representación mariana típica del arte. Óleo, pintura al temple, acuarela y temple labrado... parece haberse empleado las más diversas técnicas y, sin embargo, no se reconoce ninguna pincelada.
Mientras que, en la elección de los sudarios –como prueba de respeto– se buscó una calidad excepcional, la imagen de la Virgen de Guadalupe aparece sobre un material portante muy pobre, que no suele tener una larga duración, un máximo de 20 años. La tilma que Juan Diego llevaba a modo de toga romana, está compuesta de un tejido de fibras de agave. Para poder pintar sobre un material de estas características se precisa una imprimación; sin embargo, la tilma carece completamente de esta: de lo contrario, no se podría percibir el motivo por el reverso. Algunas desigualdades se aprovecharon, al parecer, para dar profundidad al rostro. Sin embargo, la superficie ofrece un pulido que los investigadores no consiguen explicar. Mientras que el velo de Manoppello se puede contemplar por ambos lados, la imagen de la Virgen de Guadalupe solo ofrece transparencia por un lado; una mancha verde en el reverso no es visible en el anverso.
Al igual que las imágenes de los sudarios, podría tratarse de una representación de tamaño natural: la grácil figura sobre la tilma, de un tamaño de aprox. 1,67x 1,05 m, que consta de dos partes, mide 1,43 m. Desde la distancia, la imagen parece de mayor tamaño y más diáfana.
En contraposición a la Sábana Santa y al Sudario, la imagen de la Virgen de Guadalupe está expuesta a un amplio público desde su aparición, y durante mucho tiempo sin protección especial. A pesar de las desfavorables condiciones climatológicas debidas a la geografía, a la luz de las velas, el hollín y el incienso, al contacto de innumerables peregrinos, a un accidente sufrido con un ácido y a un atentado, no solo el tejido, sino también los colores presentan un sorprendente estado de conservación. Los tonos rosas son permeables a los rayos infrarrojos –algo absolutamente fuera de lo común– y no se han podido descubrir colorantes orgánicos ni minerales. Al igual que en el Sudario y en las alas de una mariposa, los colores, que parecen modificarse según el ángulo de vista, surgen por refracción de la luz.
En este Acheiropoíetos («no realizado por la mano del hombre») tienen especial importancia los ojos, que desde lejos parecen estar casi cerrados y que presentan el mismo color que los del Sudario. En los ojos de la Virgen de Guadalupe pueden comprobarse diferentes fenómenos, descubiertos en el siglo XIX en el ojo humano y relacionados con reflejos de la luz (Helmholtz) y reflexiones (Purkinje-Samson). Además, en sus pupilas se refleja la escena de la aparición de la imagen como en un ojo vivo, con las correspondientes distorsiones debidas a la curvatura de la córnea, así como un desplazamiento en el segundo ojo. Se pudo identificar a numerosas personas presentes.