Introducción

«Los que siembran con lágrimas cosechan entre cantares de alegría. Al marchar iban llorando, llevando las semillas. Al volver vienen cantando, trayendo sus gavillas –manipulos–»

(Sal 126,5 y s.)

En pleno paisaje montañoso, al pie del macizo de Majella, en los Abruzos italianos, se encuentra la pequeña ciudad de Manoppello. En este recóndito lugar se conserva una reliquia de valor inestimable: un velo en el que se reproduce el rostro de Jesucristo.

Durante casi 400 años, este sudario solo dio consuelo y esperanza a un número reducido de creyentes, mientras que se mantuvo casi oculto al resto de la cristiandad. Sin embargo, cada vez hay más indicios de que se trata de la «auténtica efigie» que debería encontrarse en realidad en la catedral de San Pedro de Roma.

Velado, inescrutable, desvelado. Ya de por sí, la contextura del sudario hace referencia a un carácter enigmático y misterioso: un velo transparente en el que la imagen de Jesucristo parece estar sometida a un cambio permanente, dependiendo de la luz incidente. En su variedad, solo desarrolla toda su belleza durante las procesiones, a la luz del día. Prestigiosos artistas han intentado reproducir este motivo, pero ni siquiera la más moderna técnica fotográfica está en condiciones de reflejar adecuadamente este rostro irisado. Además, el sudario está tejido con un material muy especial: el biso (o byssus), un material rodeado de leyendas procedentes de la Antigüedad clásica. Un material para la eternidad, que ya ha sobrevivido 2.000 años desde la muerte de Cristo. Ya los primeros cristianos se plantearon la cuestión de cómo pudo quedar grabado el rostro de Jesucristo en el sudario, una cuestión que sigue suscitando enigmas, aún hoy en día.

Manoppello, manipulus, manípulo: el nombre de esta pequeña ciudad sin aparente importancia, que desde hace siglos viene concediendo refugio al sudario de Cristo, no podría tener un significado más rico: Manoppello procede del término latino «manipulus», una «mano», que en el escudo de la ciudad se representa como una «mano llena de espigas». Las espigas recuerdan el pan, al igual que Belén, la ciudad en la que nació Jesús, que en hebreo significa «casa del pan». «Los que siembran con lágrimas cosechan entre cantares de alegría. Al marchar iban llorando, llevando las semillas. Al volver vienen cantando, trayendo sus gavillas –manipulos–» (Sal 126,5 y s.): así reza el Salmo al que se refería el sacerdote al revestirse con el manípulo, originariamente un sudario, que más tarde se empleaba en la Misa para cubrir la mano izquierda al entregar el cáliz, la patena y la custodia vacía. Por tanto, el nombre de Manoppello, lugar fundado mucho antes de la llegada del sudario, no solo contiene una referencia al sudario; como está relacionado con el pan y los objetos litúrgicos, subraya por partida doble la importancia de la Eucaristía:

«Y tomando pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: Esto es mi cuerpo, que es entregado por vosotros. Haced esto en memoria mía. Y del mismo modo el cáliz después de haber cenado, diciendo: Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que será derramada por vosotros» (Lc 22, 19-20).

El padre Ignazio Scurti, fraile capuchino de Manoppello, subrayaba: «La auténtica Verónica, el verdadero velo, es la Hostia eucarística, y el auténtico rostro de Cristo lo encuentras en el rostro del prójimo».

Manoppello in den italienischen Abruzzen
Manoppello se encuentra situado en un lugar bastante retirado, en los Abruzos italianos
 
Wappen von Manoppello und Betlehem
Los escudos de Manoppello y de Belén



Die päpstliche Basilica del Volto Santo in Manoppello
La Basílica pontifica del Volto Santo en Manoppello