Biso y lino puro –
Los lienzos del enterramiento de Cristo
El Lienzo de Oviedo, la Santa Cofia de Cahors, La Sábana Santa de Turín, los Lienzos de Kornelimünster – un buen número de reliquias textiles está relacionado con el enterramiento de Cristo. Juan –además de los lienzos, en plural– menciona también expresamente un sudario enrollado (o plegado, en griego «entylisso»), en su evangelio sobre la Resurrección:
«Se inclinó y vio allí los lienzos caídos, pero no entró. Llegó tras él Simón Pedro, entró en el sepulcro y vio los lienzos caídos, y el sudario que había sido puesto a su cabeza, no caído junto con los lienzos, sino aparte, todavía enrollado, en su sitio» (Jn 20, 5-7).
En la Antigüedad, en un enterramiento según las costumbres judías, no era nada fuera de lo común que se emplearan varios lienzos y que se velara el rostro del difunto. En la resurrección de Lázaro se habla también de vendas y un sudario:
«Y el que estaba muerto salió atado de pies y manos con vendas, y su rostro envuelto en un sudario» (Jn 11, 44).
Al igual que sucedía entre los egipcios, el rostro del fallecido se cubrió con un velo transparente de biso, de modo que quedaba visible al ser enterrado. Debido a las fuertes hemorragias, en el caso de Jesucristo el velo de biso no pudo colocarse en primer lugar, siguiendo esa tradición, por no absorber líquido.
La Sábana Santa de Turín y el Lienzo de Oviedo están bien estudiados por la ciencia. Las huellas de sangre que aparecen en ambos paños proceden de un hombre del grupo sanguíneo AB.
Según la concepción hebrea, la sangre es sacrosanta, porque allí se concentra la vida y está considerada como un medio de expiación. Toda la sangre derramada había de ser recuperada y enterrada con el cuerpo. Por ello, inmediatamente después de producirse la muerte se colocó en la cabeza el Sudario de Oviedo; durante el descendimiento del cuerpo de la Cruz se apretó, en dos capas, sobre la nariz y la boca. En la reliquia se pueden reconocer los contornos de la mano que ejerció esa presión. Más tarde se colocó sobre la cabeza la Santa Cofia, que consta de ocho capas de gasa y se conserva en Cahors (Francia), y que servía para fijar la mandíbula inferior. A continuación, todo el cuerpo se envolvió en la Sábana Santa de Turín.
«Y José tomó el cuerpo y lo envolvió en una sábana limpia» (Mt 27,59). Sin duda, la utilidad práctica no fue el único criterio para seleccionar los lienzos, sino también su calidad, con la que se quería rendir homenaje al fallecido. Esto puede decirse también del enorme sudario (unos 6,50 x 3,50m), de biso, y del lienzo con ricas decoraciones; los dos se conservan en Kornelimünster.
Los tres lienzos que cubrían el rostro visualizan el «Triduum Sacrum»: el Sudario de Oviedo, la Pasión y muerte el Viernes Santo; la Sábana Santa de Turín, el reposo en la tumba el Sábado Santo; y el Sudario de Manoppello, el momento de la Resurrección el Domingo de Pascua.
- La Santa Cofia, Pala d´Oro, San Marcos de Venecia
- La Santa Cofia, Codex Egberti, 980 – 983
- La Santa Cofia, Cahors